“Vivo”, debería ser el segundo nombre de Omar Taboada Nasser, secretario de Desarrollo Agropecuario del gobierno de Cuauhtémoc Blanco.
Taboada, -hasta el momento- el secretario más investigado de la administración anterior, ha usado a su favor las grietas legales existentes no solo para para no entregar su oficina, frenar o atemperar indagatorias, sino para obtener lo más valioso: tiempo.
Taboada, de forma habilidosa y luego de no entregar la secretaria que encabezaba, no presentarse al acto formal ante su sucesora, nulas a lala Contraloría, y acogerse el “espacio” que le brinda la ley como “colchón” para entregar la dependencia, ahora ha solicitado por escrito que se le dé fecha para acudir a la entrega… es decir, alargar lo que más se pueda su comparecencia.
Si bien es cierto que la localización enormes cantidades de fertilizante, tinacos, máquinas y herramientas para el campo en un espacio de su propiedad en Puente de Ixtla, no hizo más que confirmar lo que se sospechaba: que se sirvió con la cuchara ante la falta de escrúpulos, pero sobre todo, de supervisión de sus jefes del gobierno anterior, también lo que es que a pesar de todo aún no se le puede acusar de nada.
Mientras Taboada gana tiempo, la Secretaría Desarrollo Agropecuario (Sedagro) vive en una especie de limbo: nadie sabe que falta, que está pendiente, que se dejó, qué se llevaron, pero sobre todo, qué hay para continuar la labor en la dependencia.
Es decir, los tiene amarrados de manos mientras él ve cómo resuelve, acomoda, cierra, acomoda y justifica todo lo que sospechosamente se sabe que hizo y se llevó. Y es que nadie tiene una bodega llena de fertilizante, herramientas, tinacos que no haya podido hacer otras maniobras.
Taboada es vivo. ¿Qué tan vivos saldrán en la nueva administración para echarle el guante?